Hoy tengo un sueño…

El tercer lunes de enero, en EUA se celebra la vida y los logros de Martin Luther King Jr. El Rev. King lideró un movimiento pacífico a fines de los años 1950 y 60 para lograr la igualdad legal para los afroamericanos y los económicamente desfavorecidos en los Estados Unidos. Fue un activista social que defendió la igualdad de los hombres y las mujeres, independientemente de su color o credo. Mientras otros abogaban por la libertad por «cualquier medio necesario», el Rev. King usó el poder de las palabras y los actos de resistencia pacífica como las protestas, la organización de base y la desobediencia civil para lograr objetivos aparentemente imposibles. Habló de servicio, comunidad, empoderamiento y no violencia. Fue arrestado más de veinte veces y agredido al menos cuatro. En 1963 fue nombrado «Hombre del Año» en la revista «Time» y no sólo se convirtió en el líder del movimiento estadounidense para los derechos humanos sino en una figura a nivel mundial. En 1964, a la edad de 35 años, recibió el Premio Nobel de la Paz, hecho que lo convirtió en el hombre más joven en recibir este premio. Su discurso de aceptación se considera uno de los más poderosos jamás pronunciados.

Su sermón más famoso fue el discurso «Tengo un sueño»… «Yo tengo el sueño de que un día cada valle será exaltado, cada colina y montaña será bajada, los sitios escarpados serán aplanados y los sitios sinuosos serán enderezados… Esta es nuestra esperanza… Con esta fe seremos capaces de transformar las discordancias de nuestra nación en una hermosa sinfonía de hermandad. Con esta fe seremos capaces de trabajar juntos, de rezar juntos, de luchar juntos, de ir a prisión juntos, de luchar por nuestra libertad juntos, con la certeza de que un día seremos libres.«

Como el Rev. King, todos tenemos sueños… A mí me gusta soñar que un día uniremos nuestras fuerzas para dejar un planeta saludable, abundante y hermoso a nuestros hijos… ese hermoso planeta al que llamamos «hogar».

Alguna vez escuché que si un avión cambia ligeramente su orientación mientras vuela, ésto provoca un cambio radical en la ruta de vuelo y su correspondiente destino. Lo mismo sucede con nosotros. Si hacemos pequeños cambios positivos en nuestro estilo de vida, el resultado puede tener grandes implicaciones no solo en nuestra vida, sino a nuestro alrededor. Un pequeño acto se transforma en un gran cambio si se repite consistentemente. Si soñamos con un mundo más sano, entonces hagamos lo que sea necesario para formar parte de ese sueño y convertirlo en realidad. Muchos soñamos con una vida sana y plena, pero ¿cómo esperamos estar sanos si nuestra dieta no es sostenible con nuestro hermoso planeta?

¿Sabías que si el régimen alimenticio de todos los seres humanos fuera la dieta americana estándar -que es altísima en consumo de proteínas animales- necesitaríamos siete planetas Tierra para dar abasto a dicha demanda? Es decir, nuestro consumo de productos animales está muy alejado del término «sostenible». Las dietas de moda nos invitan a aumentar nuestro consumo de proteína animal, pero nadie nos ha invitado a ponderar las implicaciones ambientales de estas dietas. Los ciclos de la naturaleza no tienen desperdicio, en la naturaleza todo es un insumo para la siguiente parte del proceso. Sin embargo, para dar abasto a nuestro consumo exagerado de productos animales hemos recurrido a la ganadaría industrial… muy alejada de los ciclos naturales del planeta. La ganadería industrial genera deshechos que no pueden ser insertados en el ciclo natural. Es decir, estos deshechos se convierten en basura y residuos que deben tratase de manera artificial, lo que genera desequilibros ambientales y ecológicos.

Yo tengo un sueño… sueño que un día uniremos nuestras fuerzas para dejar un planeta saludable, abundante y hermoso a nuestros hijos… ese hermoso planeta al que llamamos hogar.

Para alcanzar este sueño empecemos por tomar consciencia sobre nuestra dieta y estilo de vida. Pequeños pasos… no todo cambio debe ser radical. ¿Qué tal reducir dos veces a la semana tu consumo de productos animales?, Si lo haces de manera consistente y también lo hacen las personas a tu alrededor, entonces esos pequeños cambios van a generar grandes resultados. Como dijo Walt Disney: «Si podemos soñarlo, podemos hacerlo».

Si quieres saber más sobre la verdad que nos oculta la industria de los alimentos y tomar mejores decisiones en torno a lo que comes, hoy lunes 17 de enero, para conmemorar la lucha pacífica de Martin Luther King por las causas sociales y celebrar nuestros sueños, regalaré la versión electrónica de mi libro «Por tu salud y la del Planeta» que encontrarás en el menú lateral de mi sitio web.

Deseo que tu paso por este mundo sea un legado para la humanidad y las generaciones por venir.

Sigamos soñando!!


La historia del filósofo y el monje

Historias cortas para nutrir el alma

Cuenta una historia antigua que, en uno de sus recorridos por el mundo, se encontraron un filósofo y un monje. Caminaron juntos por un sendero intercambiando ideas y perspectivas hasta que llegaron a un denso bosque. Cuando se internaron en el bosque cayó la noche y, como no encontraban la manera de salir, se vieron obligados a reconocer que estaban perdidos. Al poco rato comenzó una tormenta y, mientras el filósofo miraba al cielo para tratar de entender el origen de los relámpagos, el monje simplemente estaba presente observando lo que sucedía a su alrededor. Al encontrase buscando respuestas sobre fenómeno natural, el filósofo perdió la oportunidad de salir del bosque; en contraste, el monje aprovechó la conveniencia de la luz que le ofrecían los relámpagos para encontrar de nuevo su camino.

Como el filósofo de la historia, a veces nos perdemos en nuestros pensamientos y tendemos a dar vuelta al origen de los sucesos una y otra vez. Se nos olvida estar presentes y poner atención a lo que sucede a nuestro alrededor. Muchas de las respuestas no las puede ofrecer la mente racional porque el cerebro es un órgano que trabaja por asociación. Es decir, si nunca hemos vivido una situación similar a la que nos acontece, la mente racional no encontrará soluciones porque no tiene contra qué comparar. Cuando la mente racional no encuentra elementos contra los que pueda equiparar o asociar lo que sucede a nuestro alrededor nos llenamos de miedo, sentimos que hemos perdido el control porque no sabemos cómo actuar y nos paralizamos.

Por eso la recomendación de los sabios es vivir en el aquí y en el ahora, sentir que estamos presentes con todo nuestro cuerpo, mente y espíritu en este preciso instante. La vida no te sucede, la vida simplemente sucede «para ti» y cada suceso es una oportunidad de crecimiento y transformación. La vida no te sucede pero sí sucede «para ti». Mira cada día de tu vida con ojos nuevos, con los ojos de un niño que aún no ha construido patrones de comportamiento ni historias mentales sobre lo que ocurre a su alrededor. Disuélvete en el presente y te aseguro que, más temprano que tarde, un relámpago de luz iluminará el camino que debes seguir.


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Historias Zen para nutrir el alma

Buena suerte, mala suerte… ¿hay que agradecerlo todo?

Por Ximena Yáñez Soto

Un día escuché a un maestro decir que solamente podemos ver la totalidad si entendemos la vida no como una cadena de sucesos aislados, sino como un evento absoluto de principio a fin, es decir, desde el día que nacemos, hasta el día en que morimos. Si llevamos una vida fragmentada, nos enfocamos entonces en los pequeños incidentes, nos perdemos de esa totalidad y no entendemos que todo lo que sucede, sucede como parte de una gran puesta en escena. La totalidad es enorme, pero los  fragmentos son tan minúsculos que si basamos nuestra vida en los saldos de esos pequeños segmentos, sin duda perderemos de vista el resultado final.  

Hay un cuento zen muy antiguo que narra la historia de un granjero que tenía un caballo majestuoso. El corcel ayudaba en las tareas de siembra y cosecha  y por eso era muy importante para la familia; era fuerte y musculoso, pero a la vez dócil y apacible. Un día el caballo escapó del establo y, sabiendo lo importante que era para la familia, los vecinos se acercaron a consolar al granjero mientras murmuraban: “qué mala suerte”. A lo que el granjero respondió: “mala suerte, buena suerte, quien sabe… hay que agradecerlo todo”.  Al día siguiente, el caballo regresó acompañado de tres magníficas yeguas salvajes, quiénes lo siguieron apaciblemente hasta el establo. Al enterarse, los vecinos se acercaron para ver con sus propios ojos el milagro mientras exclamaban con alegría: “¡qué buena suerte!”. El granjero respondió: “buena suerte, mala suerte, quien sabe… hay que agradecerlo todo”. Unos días después el hijo del granjero montaba una de las potrancas para prepararla para el trabajo de campo, cuando ésta coceó arrojándolo con fuerza hacia el suelo. El joven se fracturó una pierna y no podría ayudar a la familia en las labores del campo por una temporada. Los vecinos fueron a visitar al aquejado y al acercarse al granjero para ofrecer sus condolencias susurraban: “qué mala suerte”. Nuevamente el granjero respondió: “mala suerte, buena suerte, quien sabe… hay que agradecerlo todo”. Unas semanas más tarde ocurrieron una serie de invasiones en el reino por lo que el ejército se empezó a movilizar de pueblo en pueblo para reclutar a los hombres jóvenes. Al tener la pierna fracturada, el hijo del granjero fue dispensado y se le permitió quedarse en casa. Los vecinos exclamaban maravillados: “¡qué buena suerte!”. El granjero repitió: “buena suerte, mala suerte… hay que agradecerlo todo”.

La historia sigue narrando los sucesos fragmentados de la vida del granjero, pero su respuesta ante cada uno siempre era la misma. Sabía que no debía dejarse llevar por el resultado de los fragmentos ya que, independientemente del producto de cada uno de esos sucesos, el resultado total al final de su vida sería el mismo y lo único que cambiaría sería la forma de afrontarlos. La actitud escogida no cambiaría el suceso en absolutamente nada: podría encarar los sucesos con rencor y enojo o podía hacerlo con paciencia y aceptación. La única diferencia es la forma en la que se vive cada una de esas experiencias.

Lo mismo nos pasa a nosotros, la vida sigue su marcha y a, lo largo de la misma, nos encontramos con diversos sucesos que nos hacen felices o tal vez nos provocan cierto dolor o angustia. Pero lo que debemos hacer es reconocer que ese suceso es únicamente parte de la totalidad, observar la emoción que provoca en nosotros y crear mayor consciencia sobre el camino que nos tocó recorrer. Solo entonces podremos cambiar nuestra perspectiva de víctimas por la de héroes de nuestra propia historia.


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Anahata

Por Ximena Yáñez Soto

Anahata es el nombre en Sánscrito para el centro energético del corazón. Textualmente significa “desarmado”, lo que yo entiendo como “desprotegido o vulnerable”.
El rechazo es uno de los miedos más primitivos del ser humano, porque amenaza nuestro balance interno y sentido de auto-apreciación. Cuando sentimos rechazo nos des-integramos y nos sentimos separados o aislados. Para muchos (y confieso que yo viví así durante mucho tiempo) es preferible vivir sin amor que arriesgarnos a abrir el corazón… Es aquí cuando este centro energético se convierte en un mecanismo de protección y, si se nos pasa la mano, la energía no fluye por nuestro cuerpo. Para abrir el flujo de energía tenemos que entender nuestra relación con otros y con el mundo que nos rodea: un balance entre dar y recibir. Es ver el amor como algo infinito, algo a lo que tenemos derecho simplemente por estar aquí y apreciar ese amor infinito desde una perspectiva de abundancia y no de escasez; de unidad y no de separación. Cuando respiramos profundamente y traemos nuestra consciencia a cada inhalación y exhalación podemos abrir la puerta de entrada entre la mente y el cuerpo y entonces liberamos este bloqueo.
Cuando sientas rechazo o miedo a no formar parte de algo, siéntate confortablemente, cierra los ojos y observa tu respiración por algunos minutos.